En una escena del documental *Det perfekte menneske* (El humano perfecto), dirigido por Jørgen Leth, un hombre está frente a una cámara, sonriendo y moviéndose, mientras la narración señala cada uno de sus gestos: "Mira cómo se mueve. Mira cómo sonríe". Esa escena me hizo pensar en cómo muchas veces sentimos que estamos siendo observados y evaluados en todo momento, lo que genera una presión constante por cumplir con las expectativas de los demás. La película muestra cómo, en nuestra sociedad, constantemente nos medimos contra un ideal de perfección que parece ser la norma: un cuerpo, una actitud, un comportamiento que deben seguir ciertas reglas. Esta búsqueda de "el humano perfecto" refleja una preocupación por la imagen y el control, algo con lo que me he sentido identificada en mi vida académica. En mi propia experiencia, especialmente en la universidad, a menudo siento que cada acción, cada palabra, está siendo juzgada, ya sea por los demás o por mi propia mente, como si estuviera actuando ante una cámara. El constante escrutinio no solo afecta cómo me veo a mí misma, sino que también cambia la manera en que me comporto. Te esfuerzas por cumplir con los estándares que otros esperan de ti, tanto académicamente como en lo personal, y eso al final te hace sentir como si estuvieras representando un papel más que siendo uno mismo. Ese sentimiento de estar siendo observada y evaluada ha sido algo constante en mi vida académica. Al final, te hace actuar siempre igual: los mismos trabajos, las mismas redacciones y ensayos. Ese control constante, esa necesidad de estar atenta a cada cosa que hacía, al final acabó haciéndome metódica, casi robótica. Me vi atrapada en un ciclo de perfección que, en lugar de liberarme, me limitaba. Me hacía seguir las reglas sin cuestionarlas, hacer lo que se esperaba sin permitirme explorar lo que realmente quería expresar. Tras más de dos años en Bellas Artes, te acabas acostumbrando a una rutina en la que los ejercicios parecen siempre lo mismo, siguiendo las mismas normas, materiales y técnicas que impone la academia. Lo que la película muestra sobre la búsqueda de un ser "perfecto" no solo se refiere a una cuestión de apariencia física, sino a cómo nos alineamos con un sistema de reglas rígidas que determina lo que está bien o mal, lo que es "correcto" o "aceptable". Al igual que en el documental, muchas veces nos encontramos atrapados en estas normas, olvidando lo que realmente nos define como personas individuales. Pero en esta clase, siento que se me ha dado la opción de hacer creativamente lo que quiera, de tratar temas como quieres.
Y esa libertad te acaba poniendo nerviosa, porque no piensas en “¿qué me gustaría a mí?”, sino en “¿qué tengo que hacer para aprobar?” “¿Qué tengo que hacer para que esto o aquello le guste al profesor?” Me encuentro cuestionando si mi creatividad es suficiente o si está alineada con las expectativas de los demás. Al igual que los personajes del documental, siento que la libertad puede ser tan aterradora como las reglas estrictas, ya que la necesidad de validación externa nos empuja a compararnos constantemente con los ideales que nos imponen. La película refuerza este conflicto: “¿Cómo funciona el humano perfecto? ¿Cómo se siente?” Planteamos preguntas sin respuesta y, al final, acabamos haciendo lo que entra en esas reglas cuadradas de la academia, haciendo lo que conocemos. Es una obsesión por lo artificial y lo recto como norma de lo correcto y lo aprobado. La presión de ser "perfecto" nos lleva a adaptarnos a una fórmula, a un molde que nos limita, a una versión de nosotros mismos que no siempre refleja quiénes somos realmente. Con tanta libertad para hacer la bitácora, al final me quedé bloqueada, como siempre. Con tanta libertad en los proyectos, tenía una batalla interna: “¿Qué hago? ¿Lo de siempre, controlado, bien escrito y formal? ¿O algo que sea yo?” Esas preguntas son difíciles de responder, porque a veces el miedo al fracaso es tan fuerte que prefieres seguir el camino seguro, el que sabes que te llevará a cumplir con las expectativas. Pero es ahí donde el documental también deja entrever la importancia de cuestionar esas expectativas, de preguntarnos si realmente estamos siendo nosotros mismos o solo estamos cumpliendo con una imagen que otros esperan ver. Esas preguntas dan miedo, pero con el tiempo aprendes que no tienes que ser perfecta, que quizás hacerlo a tu manera es la mejor manera. Con ese pensamiento, y viendo cómo a lo largo del curso la asignatura se alejaba de las materias serias y más cuadriculadas, empecé a abrir más mis ideas: frases más poéticas que de texto, permitiéndome trabajar en un espacio más relajado, venir con una actitud más expectante a clase, más que como un sitio al que tenía que ir por obligación. Y así es como aprendes a disfrutar tu tiempo sin obsesionarte con qué haces y qué harás con la tarea y las notas. Se ha dado la oportunidad de encontrar trabajos distintos y espontáneos a lo que estaba acostumbrada a trabajar hasta antes de tercero. Con el trabajo personal y la revista, intenté trabajar con un enfoque más libre, más cómodo con mi propia creatividad, algo que no me hacía mirar una tarea y decir "No sé quién es esa, pero no soy yo", como me pasa con muchas tareas. Pude escribir y concebir un proyecto personal, con trazos de mi personalidad, que me hace sentir mucho más segura y cómoda con él. Al final, este curso me ha enseñado a confiar más en mis ideas y disfrutar el proceso sin obsesionarme con los resultados. Salirme de las líneas y explorar mi creatividad me ha mostrado que lo importante no es cumplir con estándares ajenos, sino encontrar autenticidad y satisfacción en lo que hago. Esta perspectiva me da más confianza para enfrentar futuros proyectos con una actitud más abierta y sin miedo a equivocarme.